sábado, 8 de febrero de 2014

Con el perdón de los muertos

Hace mucho tuve uno de esos sueños que se recuerdan a detalle. Hay sombras que nos persiguen aunque cambiemos y despertemos un día en un gracioso cuerpo de mujer, pero nada borra el olor a muerte que mantienen los espacios vacíos de la mente.

En mi sueño yo era un hombre muy guapo y muy inglés que dirigía una excavación. Vestía ropa de lino y usaba un gorro con malla para protegerme de las moscas. Yo fui un  hombre extranjero que mandaba en el desierto y hablaba un idioma que hoy no comprendo. No importa. En mi sueño mi mente tuvo la delicadeza de incluir subtítulos que explicaban a detalle todo lo que este hombre se decía y me decía.

Yo estaba ahí, mirando todo desde un pasillo oscuro, mientras éste discutía con otros hombres y mujeres que insistían. Querían entrar a la sala de un templo recién descubierto, no sé cuál, pero en él seres de otro espacio y tiempo habían trazado un circulo que señalaba doce etapas. El extranjero sabía algo sobre ese lugar y les negaba el acceso para protegerlos, pero eran muchos y muy salvajes y no había forma de dialogar con ellos.

No dejaban de insistir.

Entonces yo crucé el pasillo y con mi voz de serpiente le dije: Déjalos morir. Se lo merecen por adorar la tierra sin soportar su polvo.

El extranjero abandonó mi sueño después de enviar a todos, hombres y mujeres, a la explanada del templo sabiendo que morirían, y yo me quedé sola esperando en el pasillo oscuro. Ya no había nadie, ni las moscas ni los hombres, ni mujeres que insistían y se aferraban a una fe que ni siquiera ahora, con este cuerpo gracioso de serpiente, puedo comprender.

Sólo estaba yo, caminando en el pasillo, dirigiéndome hacia el círculo de las doce etapas. Era un lugar iluminado y seco, con círculos que aparecían en el aire y con su sombra reflejaban figuras de geometría perfecta. Sólo estaba yo, atravesando el pasillo.

Entonces, justo antes de llegar a la puerta del templo, miré a una mujer que me estaba esperando. Sus rasgos indígenas me resultaron conocidos. En otros sueños he sido esa mujer y voy descalza por la selva, colectando plantas que conozco y me conocen.

- Estás aquí para mirar y comprender porqué tu cuerpo de serpiente sufre. No te juzgues".

Y sólo estaba yo, de nuevo, atravesando círculos con este ser de serpiente que sueña y recuerda templos de muerte y silencio. Necesitaba mirar el cielo, necesitaba que la luz me cubriera, así ansiosa busqué la luz en el centro y preguntaba a la mujer cuándo podría irme.

Del círculo salieron cuerpos, salieron voces de hombres y mujeres que me esperaban para poder morir tranquilos:

Nos sepultaste sin tregua y ahora has vuelto con tu cuerpo de serpiente para morir con nosotros. También trajiste a esa mujer que con sus plantas de menta pide triste tu perdón. Pero tu voz de serpiente nos sepultó en la tierra con su polvo. No te perdonamos, así que vuele y despierta, que nadie va a morir esta noche.






viernes, 24 de enero de 2014

Harmful dust



La ingenieros me dan envidia. Parecen no necesitar de la belleza para vivir. Eso no quiere decir que no la reconozcan o que carezcan de buen gusto. Es sólo que ellos simplemente usan absolutamente todo como si se tratara de otro instrumento de precisión, incluyendo en ese todo a la belleza. Digamos que la accesorizan y sólo la reconocen cuando resulta útil.

No sé si se percatan el día en el que un objeto lindo o un olor dulce o una textura suave abandona la tierra. Al menos eso pienso yo, que estoy llena de prejuicios. Es mi batalla silenciosa. Ellos siempre me han dicho que soy hipersensible; que no me entienden. Por eso yo utilizo a la belleza como escudo para protegerme de sus ataques. A mí no me gusta ser sensible porque sentir no genera dinero, y en cambio a ellos no les pasa nada si yo les digo que son muy racionales y fofos porque su pensamiento matemático les genera más ingresos. Es una batalla en la que yo siempre pierdo.

Como venganza he decidido robar de un procedimiento dos palabras que unidas me parecen muy bellas y me calman: Harmful dust.

Pero de nuevo, ellos ganan.





jueves, 23 de enero de 2014

Moleskine Fetish



A continuación un listado de las listas que he escrito en mi agenda Moleskine desde Agosto del 2013.

1. Las cosas que hacen que yo ame México.
2. Objetos materiales que deseo.
3. Passwords complicados que he utilizado para darme de alta en las bolsas de trabajo: todos empiezan con Robocop.
4. Sueños que supuestamente tengo: ser escritora, vivir en New York, alcanzar un nivel de espiritualidad elevado… cosas así.
5. Planetas y la Kabbalah.
6. Alimentos que considero básicos para llevar una dieta sana.
7. Cosas que quiero vivir en Puerto Rico.
8. Mantras útiles para meditar por la mañana.
9. Las fechas de nacimiento de mis familiares que debo recordar para sacar su numerología.
10. Acontecimientos curiosos que involucran a hombres que en su momento resultaron atractivos.
11. Aspectos imprescindibles al realizar un plan de vida: Desarrollo personal, dinero, trabajo, salud, amigos y familia, ambiente, romance y recreación.
12. Tipos de visa.
13. Mis Nombres de Dios favoritos: Hei Hei Hei , Daleth Nun Yud, Mem Hei Shin.
14. Vivencias que consideré fracasos.
15. Mis días más especiales en San Juan.
16. Aspectos de mi tikún en géminis, casa 5.
17. Cosas de este mundo que me dan curiosidad.
18. Algunas ideas de negocios en caso de que no encuentre trabajo.
19. Aspectos comunes de los sueños que tengo con muertos.
20. Rasgos que considero negativos en mí y deseo cambiar.
21. Aspectos que reprimo.
22. Propósitos para el 2014.
23. Posibles objetivos a elegir en la vida.
24. Cosas que me incomodan.
25. Factores a considerar para elegir en dónde debo vivir si regreso al DF.
26. Actividades físicas que disfruto.
27. Listado de prendas y accesorios que pueden simplificar el tiempo que paso vistiéndome.
28. Actividades para mantenerme…
29. Heridas que no han cicatrizado.
30. Listado de las cosas que nunca me han dado curiosidad y las posibles causas de mi indiferencia.

domingo, 19 de enero de 2014

Querido Colo: no más facebook.



Querido Colo:

el día de hoy recibí tu mensaje después de anunciar mi hartazgo y mi necesidad de limpiar mi mente de Facebook. Tú me escribiste desde tu celular:



Solamente te intimo a que no desaparezcas de esta red social
Lo dije
No se sí voy a repetirlo


Fin de la conversación


Qué puedo decirte, creo que desaparecí desde hace tiempo. Sospecho esto porque he tratado de mantener una conversación con personas que un día creí conocer y simplemente fui ignorada. Yo estaba ahí, mi cuerpo estaba ahí, mi voz, mi mente. Yo estaba ahí viviendo, pero las personas a las que me dirigía no me miraban. No me respondían. Era como si no existiera.

Entonces de pronto me sentí muy sola. Me sentí alejada de los demás. Y mi forma de acercarme a ellos fue a través de las fotografías o los comentarios que escribía en mi wall. Era más fácil tener una conversación con ellos a través de las pendejadas que escribo en el facebook que conseguir su atención en persona.

¿Qué estás pensando? La gente que vive pegada al móvil ¿está realmente pensando en algo? Dan ganas de meterles el celular en el culo para saber si siquiera están vivos. Disculpa Colo, sabes que a veces no soy muy educada. Es sólo que en los últimos meses me he estado sintiendo más alienada de lo normal y no quiero que mi forma de "conectar" con el mundo sea a través de facebook. Necesito estar contenta. Disfrutar la vida. Necesito que me importe más la forma en la que estoy sintiendo lo que vivo que el comentario que voy a publicar sobre lo mismo. Quiero que mi convivencia con las personas que considero mis amigos sea real y el celular está haciendo que las pláticas con ellos parezcan un sueño en el que no puedo despertarme. Quiero saber qué ha pasado, qué les importa. No me interesa mirar cómo posan siempre con la misma mueca.

Ya no les creo. No creo que sean tan alegres, tan exóticos, tan divertidos. No lo creo porque cuando coincido con ellos me aburre su silencio, su idiota fijación con la pantalla y sus aplicaciones. No babean por puro milagro. Extraño la imperfección de mis amigos. La parte en la que se ríen o lloran o pierden el tiempo conmigo y existen. Miro a mi perro y tengo la impresión de que está más consciente que yo y me da mucho coraje. Yo espero más de mí.

No sé exactamente cuántas horas pasé mirando facebook. Lo cierto es que en los últimos seis meses he tratado de platicar con mis amigos y no puedo. Tengo que obligarlos a dejar el celular sobre la mesa para que se manifiesten en las reuniones y den señales de vida. Y se molestan. Es como si la maestra del kinder les castigara el juguete hasta la hora del recreo. Ellos se molestan y a mí me duele no poder tener una conversación real con gente de mi edad.

Me lastima tener que pedirle atención a personas que quiero y que me importan. Me lastima saber que no les preocupa mirarme a los ojos, saber cómo estoy. Se sientan a mi lado, ocupan un lugar en la mesa y pretenden seguir la plática. Es patético. Y yo he hecho lo mismo y no me gusta.

Querido Colo, tú vives en Argentina y mirando tus fotos me he sentido más cerca. Pero te extraño también y una foto no puede reemplazar lo que era ir a escuchar música de Sabina contigo. Espero que la próxima vez que te vea hablemos toda la noche, todo el día. Espero poder abrazarte, estar contigo, ser capaz de transmitirte todo el cariño que te tengo. No perder la oportunidad de disfrutar la vida contigo. Mirarte a los ojos. Pero no podré hacer eso, que parece tan fácil si no pongo ahora un alto.

Ya no espero que nadie deje su celular para tratarme como persona y disfrutar una plática conmigo. Me doy por vencida.  Tampoco voy a cerrar mi cuenta. No voy a nadar contracorriente. Sólo quiero que mis días sean más productivos. Que mis encuentros sean más humanos y mis pláticas con quienes me rodean no sean interrumpidas por los mensajes que me llegan. Parece simple.

Si estoy en la fila del super y tengo que esperar no voy a sacar mi celular. Si estoy con mi familia no voy a sacar el puto celular aunque vibre a cada rato. Ya no quiero quiero estar así, por eso voy a intentarlo.

No se trata de que los demás se desconecten. Soy yo la que quiere conectarse, pero no con facebook, sino con la vida.











querido uyyo

Fin de la conversación

miércoles, 1 de enero de 2014

La iguana

Ayer volví.

En el camino atropellé una iguana verde. La vi un segundo. Después la vi girar en el camino. Fue como aplastar algo más denso que una botella de agua. Giró varias veces y se quedó ahí, a medio camino, muerta. Yo no quise regresarme a mirarla. Tampoco quise sentirme culpable. Lamenté su muerte. Yo la aplasté con la llanta izquierda de la camioneta. No la vi porque iba cantando. Iba distraída mirando qué verde era el paisaje.

Ayer volví.

En el camino me sentía más ligera, más presente.

No quise volver para mirarla muerta.


sábado, 28 de diciembre de 2013

Afuera el sol

Hay un punto en el que simplemente hay que soltar. Relajar las manos. Liberar la mandíbula. Sacudir las nalgas. Rendirse.

¿Por qué si se escribe tan fácil es tan difícil parar? 

Afuera la gente camina. Turistea.
El sol está delicioso.
A un costado hay un anciano que con un popote mueve su café.
Sobre la mesa está una cuchara.
Detrás de mí está una anciana que prepara el café. Viste esas medias para várices color carne que me mandan al pasado.
Afuera un turista toma fotos.
Afuera un niño hace burbujas con jabón.
Adentro yo.
Adentro yo estornudo bien fuerte y escupo el café.
A un costado el anciano me dice: salud.
Adentro yo, agradezco.

Le doy gracias a la tarde por estar tan fresca. Le doy gracias al anciano por ser amable conmigo. Agradezco a la señora que pasea a su bebé en una carreola. Agradezco al gringo que fuma un puro.


El sol está delicioso… cuándo dije que me iba?

jueves, 26 de diciembre de 2013

Piel de gallina

La soledad es útil. En ella descubres rituales secretos de tu cuerpo imposibles de sentir si estás acompañado.

El cuerpo, mi cuerpo, es leal. Es cómplice; su eternidad necesita claves. Hay que desmenuzarlo como la carne de un pollo. Nunca he desmenuzado un pollo. Yo, en general, no cocino. Tampoco me gusta el pollo. Pero pienso la eternidad de mi cuerpo como la carne blanca. Yo me desmenuzo.

Mi piel es roja. Es un espacio andante que se descifra en silencio. De niño te miras al espejo, te tocas. El tacto es inmediato. Gritas y expulsas sin pena lo que no te pertenece.  Luego el aliento se presenta como algo propio que puede compartirse con gusto.  El cuerpo besa y sin besos muere. Huele a flores y fruta; es un otoño de leche tibia con miel.

Después se ensucia y sumerge en el lodo del tiempo. Es una pausa.

Las orejas, la nariz, el pecho, la barriga, crecen.
El pelo cae.
La piel se arruga
Los brazos, los labios y las piernas se enredan con otros.
Los pies y las manos se aferran y sofocan.
Los dientes y huesos a veces se rompen.
El ser tropieza y la mirada quiere volver.

La soledad es útil. En ella detonan los recuerdos tristes que tu cuerpo atesoró inocentemente. El olvido es una forma de guardar silencio. Mi cuerpo es leal. Es cómplice. Mi carne blanca ha sido paciente conmigo. Yo la desmenuzo porque soy muy cruel.


Su dolor es obvio: eso no significa que yo pueda asumirlo fácilmente.